Horacio Quiroga. El hijo; síntesis
Para el padre no hay mayor alegría que la de poder
permitirle a su hijo tener vivencias que él hubiera anhelado con delirio, mucho delirio; libre en la pradera equipado
con paciencia y su hermosa escopeta, que más puede pedir un niño y un padre
para quienes su vida se suscribe a la extasiante aventura de la caza. Un padre que aún con la
falta de su esposa ha hecho el balance perfecto entre la ingenuidad de su
tierno Infante y la pericia de sus capacidades mientras que se confronta de
forma perenne y perpetua con la lucha de sus propios miedo y calamidades y
pierde su realidad al confrontar sus alucinaciones; muchas de estas relacionadas
con su propio hijo, en donde le ha tocado recoger el cuerpo ensangrentado de su
tierno Infante mientras se extingue su frescura de sorpresa infantil.
La tranquila mañana de ese día de
verano se verá abrupta-mente interrumpida por el detonar del lustre artefacto
francés la saint Etieñe, el padre
deja pasar el momento pero su tranquilidad volverá pronto a interrumpirse
cuando su reloj anuncia el Post Meridiem
“ Son las doce; debería estar acá conmigo” la confianza nunca se rompe
siempre sus actos son fácilmente anticipados. El padre busca justificar el
retraso de su infante “es muy fácil perder la noción del tiempo” el padre se
siente envuelto en una profunda tensión que no es más que el producto del
silencio que aturde después de aquel estallido de escopeta. No hay manera que
el padre consiga distraerse en sus quehaceres, nada en absoluto lo aparta del
ya clima de intranquilidad por el retraso de su hijo.
El padre emprende su marcha, si
machete sin sombrero se adentra al monte Y una voz le anuncia su encuentro con
la fatalidad sólo profunda angustia acompaña al sonido de su voz “hijito,
hijito” la tortura es incesante con la marcha de sus pasos “hijito, mi Chiquito,
que angustia, que dolor. El sufre profundamente porque se ha topado muchas
veces con la muerte de su pequeño en la tortura que suelen representar sus alucinaciones,
toparse con su cuerpo ensangrentado en estas le desgarra su alma. Pero sus
almas se encuentra se abrazan se dan calor; el chico se disculpa por su retraso,
las garzas le han orientado para
precisar la hora y le hacer ir al retorno de los brazos de su padre. Ambos rebosados de felicidad emprenden ese regreso apoyados en
sus brazos. Hasta que la realidad lo invade, esta es la alucinación más bella
que este ha podido tener desde que las sufre.
La realidad es que su hijo a muerto y su cuerpo permanece en la alambrada desde
hace 5 horas.
Aquello que fue causa de tantas angustias, tanto miedo y
sufrimiento por mostrarle una realidad falseada, aquellos espejismos que de
manera fiel le hacían tener pesadillas, hoy han sido su último vestigio de
felicidad, su último encuentro con su chiquito, una pesadilla que hoy se
transformó en un dulce encuentro de vida, de calor humano. Así es nuestra vida, pocos hechos suelen
darnos respuestas inmediatas, mientras que percibimos un momento como algo
lleno de alegría y vida este pudiera ser no más que una simple despedida, la acción propia no es lo determinante es el
uso. Hoy una demencia le proporcionó el regalo de volver a contemplar la frescura
de sorpresa infantil que guardaba su
cristalina mirada.
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