UNA VIDA CUALQUIERA
Habla una
vez una mujer llamada Rosa, quien era de origen humilde. Todas las mañanas, con
el primer rayo de sol solio preparar café y alistarse para ir a su trabajo, con
su natural andar y un sinfín de pensamientos encontrados, anhelaba todos los
días de su vida un mejor porvenir, mientras caminaba, con el único par de
zapatos que una vez logro comprar en una oferta y que ahora estaban remendados
de tanto utilizar, se repetía misma ------------exclamo----- “Tranquila, ¡ya falta poco para llegar!”.
Durante su
recorrido, para relajarse, respiraba profundo y se disponía a observar cada
cosa que pasaba frente a sus ojos, desde las hermosas flores y enormes árboles
frondosos, que adornaban el parque que solía transitar, casi a diario para ir a
trabajar, hasta el canto de los pájaros, el color azulado del cielo, las nubes
y las vitrinas de las tiendas, en especial una donde se encontraba en
exhibición, unas tijeras, con el mango de color rosa, largas, con las hojillas
de un metal tan fino y reluciente, que Rosa podía ver su reflejo en ellas.
Tenía un
frasco de vidrio donde depositaba cada día, una moneda de sus ingresos para
comprar aquellas anheladas tijeras, ya que su sueño era comprarlas y usarlas en
su peluquería, cortando los cabellos de sus clientes, con esa fina herramienta,
y obtener más ingresos.
Al llegar,
entusiasmada por su sueño, se dispuso a arreglar el local, y esperar a la
clientela, la cual muy amablemente atendió.
Al finalizar
el día, Rosa se disponía a volver a su hogar, algo cansada, tomo las llaves de
su negocio, cerró la puerta, y se percató que ya era de noche, la luna llena
asomaba su resplandor, reflejando su silueta durante todo el camino, algo
cabizbaja porque esperaba más clientes de lo normal, introdujo su mano en uno
de sus bolsillos para sacar las pocas ganancias del día, y al sacarla, una de
las monedas cayó al piso, rodando varios metros y estacionándose justo al lado
de un monedero negro que yacía en el suelo, y que dentro contenía tantas monedas
y billetes que parecía explotar.
¡No puedo
creerlo! – exclamo asombrada -- al ver
que no había nadie alrededor tomo el monedero negro y continuo rápido hasta su
casa.
Al llegar a
casa, como de costumbre, y realizar su rutina, Rosa no dejaba de apartar su
vista y pensamientos de aquel monedero. ¡Quizás
sea de un cliente¡ ¡O quizás de alguien con mucho dinero que no lo
necesita¡ ----exclamo -----¡Quizás
podría comprarme mis tan anheladas tijeras y utensilios para mi negocio, o quizás
otro par de zapatos ¡ ---- pensó si
debería buscar al dueño o no.
Cayendo en
un profundo sueño, comenzó a soñar, o mejor dicho a tener pesadillas, donde era
acorralada por muchas personas quienes la forzaron a entrar a un laberinto
oscuro, y no dejaban de gritarle --- ¡NO PODRAS SALIR! ¡TE QUEDARAS AHÍ! ¡LADRONA! ---- tal fue el susto que despertó gritando, y al ver que ya era de día se alisto, tomo el
monedero y salió directo a una comisaría cercana a su trabajo, una vez allí, menciono los hechos a un
funcionario de policía, este busco en el fondo del objeto, encontrando una
identificación, ella al ver de quien se trataba, reconoció que era del Señor
José, un anciano y fiel cliente de su peluquería, y sin sospecharlo era el
abuelito del oficial que la atendió.
Rosa, mucho
más tranquila se dispuso a sus labores y unas horas más tarde, el oficial de
policía, le hizo llegar un sobre, que contenía una gran cantidad de dinero
junto con una nota que decía: “La honestidad y amabilidad son valores muy importantes
como la vida misma, sin ellas somos nada, con ellas hacemos un mundo mejor”.
Con lágrimas
en los ojos y agradecida por el gesto, Rosa comprendió que algunas
circunstancias se nos presentan para ver de qué estamos hechos, y ver cuál es
nuestra esencia. Ahora sus nuevos zapatos y sus hermosas tijeras le recuerdan
que por muy cansado que sea el camino, siempre habrá algo por el que debemos
agradecer.